Los castillos del Gaià y la zona húmeda de Els Muntanyans
Comienza el paseo en la playa de Altafulla, y en dirección sur, por el incomparable paseo de las Botigues del Mar, una de las joyas intactas de la Costa Daurada. Las casitas blancas junto a la arena de este barrio de Altafulla han quedado ancladas en el tiempo y convierten el paseo en un retorno a la costa de nuestros abuelos. Se construyó para que los comerciantes guardaran la mercancía y los pescadores, los aparatos náuticos y las redes. Cuando se acaba el paseo, quizás tendrás que quitarte los zapatos para caminar por la arena hasta llegar al primer castillo del trayecto, el Castillo de Tamarit.
Tienes que dar toda la vuelta a la edificación y a la antigua Vila Closa de Tamarit para tener una vista cien por cien satisfactoria. Sigue el camino de ronda, muy rocoso. Los estilos románico, gótico y renacentista se combinan en este castillo del siglo XII, que protegió el municipio de las invasiones piratas durante la Edad Media. Nada hace pensar que hace un siglo estaba medio en ruinas. Hoy se exhibe majestuoso después de que el filántropo norteamericano Charles Deering y el pintor catalán Ramón Casas lo rehabilitaran de arriba abajo. Es de propiedad privada y normalmente no se puede entrar. Pero si te pica la curiosidad, tienes dos opciones. Puedes entrar algunos domingos en la misa de la iglesia del complejo o bien puedes casarte haciendo una gran fiesta y alquilar todo el castillo para hacer un convite más que sonado. ¡Tú eliges!
Al pie del Castillo de Tamarit, si soportas bien el frío, te puedes remojar en la preciosa Cala Jovera -en verano siempre és una mejor idea-. Es uno de los rincones de costa más singulares de la Costa Daurada y ofrece una postal digna de fotografía.
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