Micropueblos

Santa Perpètua, Pontils. ©Fons fotogràfic La Ruta del CisterSanta Perpètua, Pontils. ©Fons fotogràfic La Ruta del Cister
CAPAFONTS
MORERA DE MONTSANT, LA
PONTILS
RENAU
SENAN

Casi la mitad de los municipios de la Costa Daurada son micropueblos, es decir, pueblos con menos de 500 habitantes donde aún se conserva el auténtico regusto de la vida rural. Estos pequeños pueblos esconden rincones e historias por descubrir, y seguro que muchas de ellas todavía las pueden explicar algunos de los abuelos o abuelas que están sentados en la plaza del pueblo. ¿Los visitamos?

¿Sabéis cuáles son algunos de los pueblos más pequeños y bonitos?

Senan es uno de los pueblos más pequeños de la Costa Daurada, con una cincuentena de habitantes. Con unas calles en pendiente y casas de piedra natural, es uno de los mejores ejemplos de la Catalunya rural, donde encontraréis la tranquilidad entre campos de cereales y magníficos paisajes. Se agrupa alrededor de una colina en cuya cima había el castillo. La iglesia de Santa María es el edificio más emblemático, construida a finales del siglo XII gracias a la influencia de los monjes de Montserrat.

©Jaume Boldú. Senan

Otro pueblo precioso y minúsculo es Capafonts. Con 96 habitantes, se encuentra en medio de las montañas de Prades y descansa sobre una colina del valle del río Brugent. Entre las curiosidades, sabemos que el pueblo conserva un horno de pan museizado del siglo XIII de gestión comunal donde los vecinos llevaban la harina y hacían pan. Si queréis disfrutar de unas vistas excepcionales, encontraréis un buen mirador en Picorondan, un barranco de 1 025 metros con la forma del pico de un ave. Y si hace calor, en verano, a media hora están Les Tosques, unos aguazales de agua natural o el nacimiento del río Brugent.
 
@Costa Daurada. La Morera de Montsant

 

Otro de los pequeños tesoros de la Costa Daurada es la Morera de Montsant que, con 157 habitantes, está situada a los pies del Parque Natural de la sierra de Montsant. El término municipal cuenta con la pedanía de Escaladei y La Cartuja, fundada en el siglo XII y que fue la primera cartuja de la península ibérica. Con la desamortización de Mendizábal, los monjes abandonaron el lugar. También está el monasterio de Bonrepòs que, tras un declive en el siglo XV, la comunidad de Escaladei construyó una granja y una capilla dedicada a Sant Blai (San Blas). Actualmente se llama Mas de Sant Blai y está abandonado.

Pontils, ubicado en pleno valle del río Gaià, es un pueblo rodeado de bosques frondosos e interesantes rutas de senderismo. Os sorprenderá por bonito y agreste. El término municipal comprende el santuario de Sant Magí de la Brufaganya, un lugar de peregrinaje donde está enterrado el mártir, según la tradición popular. Los edificios de interés son la iglesia de Pontils, con una portalada románica y un interior gótico, y el castillo, que está en ruinas. Una buena excursión es ir hasta la ermita de Sant Miquel de Montclar desde donde se puede disfrutar de una vista panorámica excelente.

Para terminar, os recomendamos visitar Renau, un pueblo de 153 habitantes que se combina a la perfección con el variado mosaico agrícola, lleno de algarrobos, avellanos, olivos o viñedos que rodean el municipio. El pueblo forma parte de la Red Natura 2000, con el Riu Gaià, y del PEIN, con la desembocadura del río Gaià. Muy cerca del pueblo se encuentra la ermita de la Mare de Déu del Lloret, documentada del siglo XVII. En 1926 la reformó el artista y arquitecto Josep Maria Jujol.


 

 

 

El micropueblo rodeado de viñedos

Porrera es un micropueblo «grande», si tenemos en cuenta que tiene 441 habitantes. Perdido en medio de las montañas, es de visita obligada si queréis conocer el auténtico sabor de la vida rural en la Costa Daurada. El pueblo está rodeado de viñedos, por lo que buena parte de su vecindario se dedica a la cultura del vino, y ha montado sus bodegas y agrotiendas de puertas abiertas al público. También cabe decir que el cantautor y músico Lluís Llach, descendiente por parte de madre de porrerans, pasa muchas temporadas en el pueblo y, de hecho, en muchos lugares de Catalunya, el pueblo es conocido precisamente por ello. En 1994 dedicó uno de sus trabajos al municipio: «Món Porrera».

Los micropueblos son ventanas a nuestro pasado reciente, a la calma y la tranquilidad, así como al contacto con los ciclos naturales, los cultivos y la vida de campo, un modus vivendi que está seduciendo, cada vez más, a más gente y que nos acerca a unas rutinas más sencillas y conscientes.

                                                                      ©Ernest Fonts Pi. Ajuntament de Porrera

 

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